En 2002 la Oposición se ganó -sin haberlo procurado- la fama de “golpista”. Eso contribuyó a consolidar el chavismo, victimizándolos. La Oposición ha tenido que trabajar muy duro, interna y externamente, para recuperar su imagen de actor político respetable, no solamente por la vinculación de algunos de sus miembros en este lamentable episodio, sino además, por las diferencias naturales entre organizaciones políticas de diferente inspiración ideológica. A pesar del fortalecimiento del chavismo a lo largo de los años, la Oposición ha logrado recuperar espacios en las elecciones parlamentarias de 2010 y 2015. En ese amplio espectro que es la Oposición persiste una lucha entre los factores que apuestan por salidas democráticas, y otros que favorecen soluciones expeditas -no contempladas por la Constitución- alimentando un ambiente de conflicto incesante. En cada oportunidad que la Oposición muestra un frente unido, dispuesto a asumir una agenda unitaria, se desatan la amenazas de los sectores que desacreditan el valor que tiene la promoción de salidas constitucionales a la crisis. Ahora la discusión es que la MUD debe rechazar las elecciones regionales para no “enfriar la calle”, un debate absurdo porque no tiene sentido renunciar a unas elecciones que contribuirían a aumentar la presencia de la Oposición en el mapa político, además que se trata de un mandato constitucional, resultando en una contradicción combinar la lucha por la democracia con la renuncia al ejercicio de derechos políticos. Este es precisamente el comportamiento por el que la Oposición no es confiable, que genera dudas sobre su vocación democrática. La Constitución establece los lapsos de las elecciones regionales y presidenciales, las primeras debieron haberse efectuado en 2016, la elección presidencial debe efectuarse en 2018, no antes, tal como lo señala el art. 233 de la CRBV, Maduro está completando el período constitucional 2013-2019. Cuando sectores de la sociedad advierten que no se puede ir a elecciones regionales sin antes cambiar el sistema, solo hay dos formas de lograrlo: 1) negociando con el chavismo la resstructuración del CNE, CMR y el TSJ, o 2) dando un golpe. Considerando que para estos mismos sectores cualquier negociación es sinónimo de “traición”, está claro que su preferencia es la opción 2, por tanto, para los sectores democráticos eso está absolutamente descartado. Lo que está planteado entonces en la Oposición no son meras diferencias estratégicas, sino la confrontación ideológica de dos formas de concebir la polítca. Esta discusión no debe sino fortalecer las convicciones democráticas tanto de opositores como de los mismos chavistas, para que en consecuencia se reflejen en su conducta política frente a la crisis terminal del sistema político venezolano.